"Somos un pueblo corrupto"

Se nos ha vuelto muy común escuchar en los noticieros o leer en los periódicos, que nos mantienen bajo un bombardeo continuo de ataques informativos, sobre las masacres, violaciones de derechos humanos, el horror que sucede en nuestro entorno y poco a poco nos estamos comiendo el cuento de nuestro pueblo es así y que a la final todos "somos corruptos" y no hay nada que hacer porque como para qué hacer algo.


Lastimosamente hay una tendencia que se refleja en el accionar diario y que poco a poco nos deshumaniza y comprobamos con nuestro andar que somos "animales racionales", y para aclarar lo erróneo de la afirmación anterior quiero hacer la siguiente suposición y con ésta no quiero decir que no me gusten los animales. Supongamos que todos los animales desaparecieran de la faz de la tierra, el ser humano seguiría existiendo por lógicas razones que atienden a su propia naturaleza. Pero si suponemos que la vegetación es la que desaparece, ni los animales ni el ser humano estarían en la capacidad de resistir este impacto.

Nos presentan una realidad ya explorada, absoluta y mediocre, en un sistema social en donde se trata de entender pero no de comprender. Nos dicen que somos corruptos y nos comemos el cuento entero porque nunca ha valido la pena reaccionar, sencillamente hay un desinterés por no reaccionar, y quizás con este escrito afirme la pereza de muchos por hacer poco. porque nos deshumanizamos en nuestro andar, en donde no somos individuos pero nos apasiona el individualismo. Se nos sale nuestro ser animal y dejamos de ser humanos porque no nos comprendemos; pues entendemos el ser humano desde su anatomía visible pero no desde sus bases humanas.

El compromiso con nuestra propia humanidad está llegando al borde caótico de no existir. La tendencia a quedarnos en nuestra zona de comodidad nos obliga a negarnos a nosotros mismos, pues sólo en el accionar se puede ser sí mismo con alguien más, esa negación tiene un efecto común con los demás, basta con el hecho de mirar por la ventana y preguntarse si vivo en solidaridad o vivo en fraternidad, dos conceptos fácilmente confundidos y que atienden a dos faros diferentes.

En el momento en que entendamos nuestra propia humanidad podremos dar un paso consciente y decir "un momento, ¿sómos un pueblo corrupto? ¡Yo no!". Así podríamos entonces jugarnos nuestra propia esencia de origen, aquella que nos compromete de generación en generación a identificarnos como hermanos, un origen común de todos y que será origen para toda nuestra existencia.

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