Juanhokuten

Al mirar al fuego, en silencio, pienso el valor que tiene cada llama dentro de la fogata. Sólo o en compañía, la observo con detalle y recuerdo las palabras del maestro, quien dijo que esa llama jamás se apagaría. Miro detenidamente sus colores, su fuerza y su intensión, buscando muchas respuestas que quizás nunca tendrán solución. Sin embargo, de lo que sí estoy seguro, es de los colores que el maestro me enseño a ver en las llamas, me alientan a continuar, a pensar en su valor y sobre todo en entender su fuerza, su razón y su significado. Hoy puedo decir que he encontrado el valor del fuego, un valor que arde pero no destruye, que vive tan intensamente cada segundo y cada instante. Ahora he logrado entender las palabras del maestro.

Conocí a un pequeño gorrión, que encerrado en su jaula, siempre buscó lo que no tenía. Todos los días su dueño le daba lo necesario para que viviera con el más alto nivel de felicidad con el que se puede vivir dentro de una jaula. Cada mañana, las sombras de los barrotes caían sobre su pico que entonaba hermosas melodías; hemosas para él, bellas para el visitante, pero comunes para el amo. Aunque su canto no tenía comparación, sus fronteras no le dejaban volar más allá para ser escuchado por alguien más. Todos los martes este gorrión veía como una golondrina cantaba alegremente en la terraza del jardín, él desde su celda, buscaba la forma de acompañar su canto, pero su esfuerzo no era suficiente, a tal punto en que el mismo gorrión empezó a perder fe en sí mismo y en su amo; pues la libertad que le había prometido su amo, no era más que una ilusión. Así que poco a poco entristeció, su canto se ensombreció y perdió las ganas de volar.