La Jaula del Gorrión

Conocí a un pequeño gorrión, que encerrado en su jaula, siempre buscó lo que no tenía. Todos los días su dueño le daba lo necesario para que viviera con el más alto nivel de felicidad con el que se puede vivir dentro de una jaula. Cada mañana, las sombras de los barrotes caían sobre su pico que entonaba hermosas melodías; hemosas para él, bellas para el visitante, pero comunes para el amo. Aunque su canto no tenía comparación, sus fronteras no le dejaban volar más allá para ser escuchado por alguien más.

Todos los martes este gorrión veía como una golondrina cantaba alegremente en la terraza del jardín, él desde su celda, buscaba la forma de acompañar su canto, pero su esfuerzo no era suficiente, a tal punto en que el mismo gorrión empezó a perder fe en sí mismo y en su amo; pues la libertad que le había prometido su amo, no era más que una ilusión. Así que poco a poco entristeció, su canto se ensombreció y perdió las ganas de volar.


Un día, el gorrión reaccionó agresivamente contra su amo cuando éste trato de darle nuevamente comida, y como se estaba volviendo costumbre, él pensó que el pequeño gorrión no le correspondía como debía ser; pues él se esforzaba por darle todo lo necesario. El gorrión se sintió culpable, sin embargo debía escapar, esa vida de encierro no era un principio de ser gorrión.

Una mañana de martes, la golondrina volvió a cantar sobre la terraza del jardín, pero esta vez la golondrina se percató que hacía falta algo, así que investigó hasta que llegó a la jaula en la cual el gorrión trataba de ingeniar un plan para huir de su amo. La golondrina se acercó ligeramente a la pequeña puerta de la jaula, la abrió e interrumpió al gorrión. El gorrión de un brinco sorpresivo la miró y quedo congelado a tal punto que no puedo cantar durante ese instante. La golondrina tampocó cantó, pero dejó la puerta abierta y voló hacía la terraza en donde esperó.

Segundos después, el gorrión buscó la forma de volar, tenía miedo pero estaba decidido, la libertad que su amo le había prometido se la estaba dando la golondrina que lo esperaba para entonar las más dulces notas sobre la terraza. El gorrión extendió sus alas, dio un pequeño salto y voló como nunca antes lo había hecho, queriendo disfrutar esos segundos como si fueran los últimos de su vida. Cuando el gorrión llegó a la terraza, la golondrina se alistaba para cantar y volar, así que ambos alistaron sus alas para irse y poder sentir lo que jamás el gorrión pudo sentir.

Después de volar tan alto, el gorrión nunca volvió a su jaula, su amo nunca lo extrañó porque no fue importante para él. Pero ahora el gorrión podía volar con tanta libertad que su canto llegó a otros, a muchos incluso a los que no están. Ahora la golondrina y el gorrión se reúnen en la terraza del jardín para cantar, jugar, volar y sobre todo vivir con libertad.

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